martes, 27 de septiembre de 2011

José Carlos Martínez: “Tengo ganas de nuevas aventuras”

El Director de la CND en la sede de la compañía (Foto: L.R.)

Esta "etoile" recién llegada de la Ópera de París, para dirigir la Compañía Nacional de Danza tiene una larga biografía de éxitos y premios, pero reconoce que en la vida de una bailarín no todos son momentos brillantes. Ha bailado con tendinitis, gastroenteritis y, en alguna ocasión, "y porque lo requería el papel, un poco achispado".

Lola Ramírez

Me sorprende su altura, 1,90 metros, y su porte, como si estuviera a punto de iniciar una variación en el escenario. De entrada es muy serio, pero poco a poco va dejando descubrir que en esta estrella de 42 años, que ha pasado más de la mitad de su vida en la Ópera de París, también habitan las sonrisas.

Hacemos la entrevista en su despacho de la Compañía Nacional de Danza, un espacio funcional, con una gran mesa de aluminio y pocos adornos que inviten a la distracción. Sólo hay lugar para la conversación, y esta surge espontáneamente.

¿Qué va a cambiar en la CND con José Carlos Martínez?

Va a cambiar todo, pero a la vez vamos a seguir trabajando de la forma que se hacía antes. Estamos reestructurando la compañía y lo que va a cambiar sobre todo es que los bailarines que se queden en la Compañía nacional tienen que tener una mente muy abierta para trabajar todo tipo de estilos, eso va a ser lo esencial; vamos a dar clases separadas chicos y chicas, para reservar parte del tiempo para que las chicas hagan puntas. Ahora mismo estamos buscando por donde ir porque es difícil poner en marcha lo que quiero hacer.

¿Y qué es lo que quieres hacer?

Lo que quiero hacer es que la Compañía Nacional aunque sea una compañía de medio formato y tenga un equipo de 44 bailarines entre la CND1 y la CND2, pueda llegar a hacer todo tipo de repertorio, como hacen las grandes compañías; no se trata de hacer sólo piezas clásicas, ni tampoco de funcionar como una compañía de autor. Vendrán coreógrafos de todos los estilos, cada uno aportará su trabajo y los bailarines se irán enriqueciendo; por eso es necesario contar con bailarines muy versátiles. En junio hicimos una audición para contratar a cinco y vinieron 300 personas. Fue difícil porque había gente muy clásica y gente muy contemporánea y lo que buscábamos era un tipo de bailarín con muchos registros, curioso, con ganas de descubrir cosas y hacer un poco de todo.

¿Qué significa  ese “un poco de todo”?
Yo no quiero hacer un cambio muy brusco con la compañía y empezar a hacer otra cosa porque sería como empezar de cero. La compañía tiene una reputación mundial con todo lo que han hecho con Nacho Duato. Lo que pretendo es buscar un repertorio con los grandes coreógrafos para poder seguir bailando en todos lados, creo que eso falta en España; no tenemos una compañía que vaya girando por el país, por ejemplo para ver Kyllian, para ver Forsythe, para ver ese tipo de coreógrafos que en cierta manera utilizan el vocabulario clásico. Por otra parte, tenemos que ir dando oportunidades a corógrafos españoles para hacer los Nacho Duato del mañana y poder girar en el extranjero con ese repertorio. Y, también hay una misión de volver a traer la tradición y el repertorio de los siglos pasados, pero eso lleva su tiempo.

¿Cómo vive la compañía esa evolución que tú pretendes?
En principio los bailarines estaban un poco a ver qué podía pasar, esta temporada vamos a bailar un repertorio que ellos están acostumbrados a hacer, a remontar piezas que ya hicieron antes; empezaremos a hacer puntas, pero ya es algo como un poco más familiar, tienen muchas ganas y antes de que yo les dijera algo ya había por ahí chicas haciendo puntas al final de la clase. Cuando regresamos de las vacaciones yo no quería empezar de una manera muy agresiva, y  descubrimos que algunas chicas al final de la clase se ponían las puntas por iniciativa propia y probaban. Hay muchas ganas y creo que para muchos bailarines ésta es una oportunidad de experimentar algo nuevo.

¿Los bailarines de la CND son funcionarios?
No, tienen un contrato de un año, a veces de dos, que se va renovando periódicamente.

¿Qué vida activa tiene un bailarín? ¿Hasta cuando pueden bailar?
Todo depende de las posibilidades del cuerpo de cada uno y de lo que se quiera bailar, el tipo de repertorio que se baile.

¿Cuántos años puede tener el/la más carroza de un cuerpo de baile?
Hay gente de 37 o 38 años que está muy bien. Hace poco vino un corógrafo y una bailarina de la compañía me comento: “Nos ha cogido a todas las viejas”; hay coreógrafos que buscan a esos bailarines que tienen más experiencia, ahora claro, el cuerpo no tiene las mismas posibilidades que cuando tienes 25 años, pero por ejemplo en el cuerpo de baile de la Ópera de París hay gente de 40, 42 años, aunque claro, a esa edad no puedes hacerlo todo igual que un jovencito.

Tú tienes 42 años y sigues bailando a tope ¿No?
Hombre, ahora con el trabajo de la Compañía Nacional voy a bailar mucho menos, pero hasta julio he estado bailando totalmente.

¿Tu contrato con la Ópera ha terminado totalmente?
Si, ya no soy bailarín permanente, pero me quieren invitar para que vaya a bailar en dos ocasiones, en diciembre, Oneguin  de Cranko y luego en marzo, Apartamento, de Mats Eks,

A alguien como tú que lleva más de la mitad de su vida en París, con un puesto de etoile, ¿qué le ha motivado a venir a Madrid?
Después de haber estado 24 años allí, tan protegido, todo tan bien, tan cuidado, tenía ganas de traer toda esa experiencia con todos los coreógrafos y maestros de baile con los que he trabajado, incluso montando yo mis propias coreografías. Me fui de España muy joven y he tenido ese trauma de no poder desarrollar mi carrera aquí, y por eso también me gustaría ver de qué manera algunos de los talentos que están pueden volver aunque sea por momentos cortos; romper un poco eso de la obligación de tener que ir fuera.

Con la que está cayendo… porque supongo que invitar a una primera figura supondrá un desembolso importante de dinero.
Si, lo que pasa es que yo creo que como la gente tiene muchas ganas de trabajar en España y colaborar con la compañía, lo harán como una colaboración; hay fórmulas para eso, se negocian una serie de espectáculos por temporada y no se paga por caché que es lo que resulta insostenible en momentos de crisis.

En algún momento has hablado de la posibilidad de contar con otras compañías españolas para hacer grandes producciones. ¿Qué respuesta has tenido?
Hay muchas ganas colaborar porque todos estamos en la misma situación, lo que pasa es que esto está a nivel de embrión.

¿Con quién has hablado?
Estamos en contacto con el Centro Coreográfico de Valencia, también con la Orquesta Jonde. Tenemos que luchar contra el problema financiero que es el importante. Lo que pasa es que ahora eso de hacer las producciones clásicas nosotros con los bailarines que tenemos no podemos, eso tiene que ser a largo plazo, por ahora tenemos la intención, pero nada más.

¿Cuál es el primer espectáculo que vas a ofrecer como director de la CND?
Va a ser en enero en el Teatro de la Zarzuela y queremos que sea como una presentación de lo que será la Compañía Nacional en el futuro y entonces ahí va a haber piezas de Forsythe que bailó la compañía hace años y que vamos a reponer, y también viene Johan Inger, es el coreógrafo sueco que tomó la dirección del Culbert Ballet pero que ahora vive en Sevilla, ha sido un poco complicado porque hemos tenido que organizarlo a última hora y estas cosas se contratan con bastante tiempo de anticipación. Viene también un chico español, Alejandro Cerrudo; entonces será una mezcla.

¿Los bailarines que has contratado ya se han incorporado a la compañía?
Si, hay una chica española Agnés López Río, que estaba en la compañía de McGregor, en Londres, desde hace años; hay otro bailarín español, Gabriel, que estaba en Glasgow bailando y es prototipo de clásico total; hay un italiano, una coreana, una canadiense; estos bailarines ya tienen el perfil de bailarines versátiles, ya en la audición que duró dos días hicimos una clase de clásico para todos y después un taller de danza contemporánea parra ver sus posibilidades en los dos estilos. Los bailarines que entran ahora en la compañía tienen que tener la fuerte técnica clásica, pero a la vez tienen que poder moverse en un ámbito más contemporáneo porque los bailarines que tenemos son contemporáneos.

¿En este primer espectáculo vas a bailar?
No, no porque yo he venido aquí como director de la CND y no quiero que sea mi compañía, no quiero que la gente venga a verme a mí sino a la Compañía Nacional de Danza, eso no quita que en algún momento, cuando ya hayamos logrado darle un nuevo perfil a la compañía, yo actúe también, además ahora tengo mucho trabajo que hacer, si me pongo a bailar yo no me quedaría tiempo para pensar en mis clases y todas esas cosas.

¿Te han puesto alguna zancadilla a lo largo de tu carrera?
No, en la Ópera hay mucha competitividad, pero es una competitividad sana porque hay tantos espectáculos a lo largo del año, en torno a 160, que todo el mundo está bailando siempre. Esas situaciones difíciles son más frecuentes cuando sólo hay un elegido; en la Ópera no pasa porque estás bailando todos los días y ves cómo van evolucionando tus compañeros; el ambiente es bastante sano, hay competitividad, claro, pero el hecho de que cada año te tengas que someterte a un examen para subir de categoría -que se hace en el escenario de la Ópera- y con un jurado delante, eso genera que ahí veas quién es el que mejor  baila.

¿Te gusta el sistema de la Ópera?
Es un poco duro, pero por otra parte es la mejor manera de darle a todo el mundo una oportunidad, el hecho de que exista esa oportunidad y de que todos veamos cómo y por qué se elige a determinado bailarín o bailarina evita elucubraciones.

¿Y cómo se pueden hacer tantas producciones? Debe haber una economía muy potente.
La hay y además hay mucho mecenazgo, hay producciones que se han hecho hace dos años y se vuelven a repetir, todo el repertorio clásico está ahí y cada equis tiempo se va haciendo uno; y en París hay muchísimo público, que eso también cuenta.

¿No echas de menos París?
Pues aún no. No lo echo de menos porque he estado ahí mucho tiempo, he bailado mucho más de lo que hubiera imaginado que  podía bailar y ha sido una etapa muy enriquecedora. Ahora tengo ganas de nuevas aventuras, iré allí de vez en cuando a ver a mis amigos, pero me apetece hacer otras cosas.

¿Te ha cambiado mucho tu día a día aquí?
El cambio más importante ha sido que como primer bailarín lo primero que hacía en el día eran dos clases y ahora eso es lo hago a ultima hora del día, porque el trabajo interno, el estructurar la base artística de la compañía , todo eso está en mis prioridades.

Pero, ¿sigues tomando clase?
Si, no siempre, a veces sí y a veces no, pero bueno me mantengo, hago mis entrenamientos, pero no es eso de preocuparte de ti como algo principal; ahora me interesa más el trato con los bailarines, escucharles, ver cómo piensas y cómo sienten que  pueden evolucionar.

Una revista japonesa te nominó como el mejor bailarín del mundo…
Uno de los mejores…

¿Cómo se pueden recibir estas calificaciones sin que se te suban a la cabeza?
Yo creo que eso de mejor bailarín o uno de los mejores no existe; cada uno tenemos un perfil diferente o unas características que hacen que uno sea muy bueno en una cosa y otro en otra, pero bueno, siempre es agradable que se reconozca tu trabajo y que te digan que eres el mejor, pero yo no hay que darle importancia a ese tipo de cosas. Lo que sí es cierto es que en Japón hay una cultura de la danza enorme y siempre que vamos bailarines allí es como si fueran dioses; entonces nos reciben con mucho respeto y lo de la revista es que cada año hacen una encuesta entre sus lectores y les piden que voten a los mejores bailarines que han estado ese año en el país y así se establece ese ranking, entonces un año salgo yo y otro año sale otro. Pero yo creo que eso lo que pone de manifiesto es la pasión de los japonés por la danza.

¿Qué te tienta a ti además de la danza?
A mí lo que me gusta es compartir con la gente, tener un intercambio artístico. Tengo una amiga japonesa, una pintora, y paso unos momentos muy buenos con ella, viendo sus pinturas, conociendo cómo vive; el intercambio de culturas es algo que me atrae mucho.

¿Tenéis tiempo los bailarines para disfrutar a fondo de esas cosas?
En general la vida del bailarín es una vida muy solitaria, eso de ir de teatro en teatro bailando… vas buscando un poco esos momentos que son muy cortos que se vuelven mágicos, quizás si tuviéramos más tiempo los veríamos como normales. Yo recuerdo que cuando era jovencito pensaba, bueno cuando tenga 40 o 42 años y deje la Ópera aprovecharé para hacer todo lo que no puedo hacer ahora, como si esa adolescencia que había dejado un poco a un lado la pudiese recuperar después.

¿Quieres decir que vas a empezar a ir de marcha ahora?
Je, je, ya he ido de marcha antes, he ido de copas y tal, pero…

¿Un bailarín tiene tiempo para emborracharse?
¡Claro! Hombre… si eres un poco serio a lo mejor no te emborrachas el día del espectáculo, pero yo creo que a veces uno tiene que vivir, sin más. Un bailarín es también una persona, si no tienes vida como persona tampoco puedes ofrecer mucho como artista.

¿Has bailado alguna en vez en condiciones poco… no digo borracho, pero…?
Pues sí, he tenido una o dos ocasiones de esas, bebiendo en escena

¿Y bebías vino de verdad?
Rioja.

¡Caray! 
Estaba haciendo la versión de Masine de El sombrero de tres picos y mi personaje tenía que ir un poco achispado y bueno no es que me pusiese como una cuba ni mucho menos, pero bueno el dar unos buenos traguitos te daba ese punto que requería el personaje. He bailado en situaciones más difíciles, por ejemplo con una tendinitis; pero mi peor recuerdo fue bailar una Bella Durmiente con una gastroenteritis, eso fue lo peor y, también recuerdo otra Bella Durmiente, mi baile maldito entre comillas, con una bronquitis horrible. Había una variación muy larga que me la pasé enterita tosiendo. Creo que es el peor recuerdo que tengo de un espectáculo.

Te convertiste en bailarín estrella de la Ópera con 27 años. Al margen de la satisfacción, ¿te agobió la responsabilidad de ser la figura principal de una compañía tan prestigiosa?
Verás, el problema es que como ‘etoile’ no tienes derecho a hacer algo mal, y eso te lleva un tiempo asumirlo porque tienes que estar demostrando continuamente que todo lo haces bien y eso resulta un tanto agobiante. Después te das cuenta de que la vida no se termina ahí, que hay otras cosas y que si un día bailas mal, al día siguiente ya bailarás mejor..

¿Qué relación tienes con las críticas?, porque supongo que alguna mala habrás tenido…
Claro que las he tenido malas. Pero si son constructivas las asumo perfectamente. Lo que pasa es que yo tengo mi propia forma de actuar con los críticos; de alguna manera también los juzgo a ellos. Hay críticos que llegan al espectáculo sabiendo ya que ese espectáculo no les va a gustar y escriben en función de esa sensación subjetiva; a ese tipo de críticos no los tengo en consideración. Mira, yo tenía una compañera en la Ópera, una primera bailarina, que decía que los críticos eran como los eunucos, “saben lo que hay que hacer, pero no tienen con qué hacerlo”. Pues eso, que presto mucha atención a la gente que acude a un espectáculo con ideas preconcebidas.