Foto: Joan Cabotti |
Lola Ramírez
Se apagan las luces y el silencio llena la abarrotada sala del Teatro Municipal de Roses (Girona). Tina Colada (Joan Salas), espectacular rubia de piernas interminables, comienza su show cantando y contoneándose por el escenario. Desde el patio de butacas, Emilia Guillén sentada en su silla de ruedas, vestida con un pantalón negro y una favorecedora blusa roja mira con admiración a su hijo. No pierde detalle; es la primera que aplaude cuando él termina un scketch.
Escrita con amor y con humor por el propio Joan, El cuidador es una obra que narra el duro y terrible viaje de un hijo que deja su carrera artística en la capital para volver a casa y cuidar a su madre enferma de Parkinson. Es la historia de muchos hombres y mujeres que en algún instante de su periplo vital deciden interpretar uno de los papeles más importantes de la vida: cuidar a un ser querido. "Me parece brutal que el público salga tan conmovido", afirma Joan al hablar de la extraordinaria respuesta de la gente. "Sabía que la historia podía llegar al corazón porque es algo que de una u otra manera nos toca vivir a todos en algún momento". Hace muchos años, cuando empezó a gestarse este por entonces impensable futuro, Joan era, además de mi vecino del quinto, un joven bailarín que vivía en un piso de la calle Clara del Rey de Madrid con un grupo de compañeros de la Compañía de Danza de María Giménez. De vez en cuando los invitaba a cenar a mi casa y llorábamos de risa. Para entonces mi simpático vecino ya tenía muchas tablas. Con cinco años y, a escondidas de su madre, convenció a un conocido de la familia para que le diera clases de piano. Luego, fue al Conservatorio, después a varias escuelas de danza, hizo musicales, etc. etc... Pero eso es otra historia.
Cuando Joan era mi vecino del quinto, Emilia ya tenía Parkinson, pero no se le notaba. Era una andaluza emigrada a Cataluña, alegre como unas castañuelas, siempre dispuesta a la jarana o a hacer unos deliciosos guisos. Ella y Juan, su marido, habían tenido negocios de hostelería en Figueres, siempre muy concurridos por lo bien que se manejaba ella entre fogones; al igual que lo hacía con los pinceles, habilidad que empezó a desarrollar para burlar los envites del Parkinson. Ahora ya no pinta, pero sigue siendo una persona alegre, sentada en su silla de ruedas y enredando con algo imaginario que tiene entre las manos. Emilia es totalmente dependiente, pero el amor y la chispa de su hijo consiguen arrancarle más de una sonrisa.
- ¿Cómo se te ocurrió montar esta obra?
Con la marioneta que representa a su madre Foto: J.C. |
- Fue una iniciativa del equipo de psicólogas de Atención Familiar de Figueres. Además de atender a los enfermos, atienden a los familiares. Desde el principio de la enfermedad mi madre tenía una terapeuta, pero cuando la enfermedad progresó llegó un momento en el que perdió el nivel de consciencia necesario para hacer terapia. Entonces la psicóloga me dijo: ahora el que necesitas hacer terapia eres tú.
Este año, el entusiasta equipo de psicoterapeutas le sugirió a Joan que hiciera uso de su talento y experiencia para montar una obra. Cada año el Consell Comarcal de l'Alt Ampurdá hace actividades y espectáculos para sensibilizar a cuidadores y ciudadanos frente a la dura realidad de las personas que sufren una enfermedad degenerativa y, aquellos que se ocupan de atenderles día y noche. "Me dijeron, ¿por qué no montas algo sobre tus propias vivencias como cuidador de tu madre?" -explica Joan. "Y la idea me entusiasmó, no solo por mí, sino también por mi madre porque a ella, a pesar de sus limitaciones, siempre le ha gustado ser participe de las historias. Yo la provoco para que de alguna manera, se implique y ella, aunque a veces no se entera, se activa, se pone contenta. Es muy presumida y, hoy cuando fui a casa a arreglarla para el estreno, le empecé a sacar ropa y joyas para que eligiera. Estaba como una niña pequeña, radiante".
- Cuando te lo propusieron, ¿se lo comentaste?
- Claro. A ella siempre le ilusionan los proyectos nuevos, como cuando hicimos el libro, ¿te acuerdas? estaba fatal y cuando empezamos a comentarle cosas del libro y a pedirle que nos hiciera platos de cocina y que eligiera fotos de sus pinturas para ponerlas en el libro se produjo casi un milagro, como si el Parkinson le hubiera dado una tregua. Estaba feliz. Y ahora igual. A ella le gusta ayudar a la gente. Emilia, le dije, tú y yo tenemos una historia con la que podemos ayudar a muchas personas; es verdad que debido a su principio de demencia lo mismo te atiende y entiende que se abstrae, no se entera; lógicamente, tiene lagunas, subidas y bajadas de ánimo; lo bueno es que en cualquier momento renace otra vez y vuelve la Emilia alegre. Estos días se le nota más motivada, con ganas de comunicarse.
- Parece Joan que la vida de alguna manera te está devolviendo el sacrificio que has hecho, porque por más que adores a tu madre, dejar tu vida y tus oportunidades en Madrid para venirte a Figueres... debió ser duro
-Es algo que todo el mundo me dice una y otra vez: La vida te va a recompensar, te va a pasar algo muy grande. Y yo decía, bueno, a ver... ¿Qué me puede pasar? ¿Que me toqué la lotería? Yo siempre he tenido ambición profesional, siempre he querido ir a más. Entonces, cuando la gente me decía esto, yo pensaba, bueno a lo mejor me ofrecen un papelón. Es verdad que mi objetivo era poder estar cuidando a mi madre sin dejar mi trabajo, pero no era nada fácil. El día que las psicólogas del Consell me ofrecieron esto fue como un regalo, un premio que yo no me esperaba. Y ahora me doy cuenta que es el regalo que me ha devuelto la vida. Es llenarme el alma con mi trabajo y al mismo tiempo cuidarla a ella. Contar nuestra historia, volver a los escenarios y, sin dejar a mi madre.