miércoles, 28 de abril de 2021

Rosa Pousa: "El cáncer me dio la felicidad"

 

Acaba de publicar "La fuerza contra el cáncer" (Foto: José L. F.Liz)


 

Hace doce años le diagnosticaron un cáncer y le dijeron que le quedaban veinticuatro meses de vida. Hoy, la autora de La fuerza para vencer el cáncer, no solo sigue viva sino que se baña cada día en la playa de A Magdalena y disfruta de todo lo que de su enfermedad ha aprendido. 

 

Lola Ramírez

Rosa lleva sus 65 años y el cáncer con unas ganas de vivir envidiables. A esta maestra del colegio San Martiño do Porto en Cabanas (A Coruña) se le vino el mundo abajo cuando le diagnosticaron un tumor maligno en el ovario. Casada y madre de dos hijos, hasta ese fatídico momento disfrutaba de su familia, su trabajo y una salud espléndida. Todo ese patrimonio vital le parecía normal, algo que la vida le había regalado y que el cáncer no le podía quitar. “Lleva usted una bomba de relojería en su interior”, le dijo su ginecólogo un fátidico martes de 2009. “Casi me da un infarto –afirma Rosa­–. En un segundo te cambia la vida”. 

 

Pero la vida y el cáncer continúan su ritmo imparable: tres operaciones, metástasis en el pulmón y varias etapas de quimioterapia. Todo ello combinado con estancias en balnearios, travesías por países lejanos, encuentros con la familia y amigos y, mucho, mucho descanso: “Digamos que vivo el 50 por cien del día, el resto del tiempo tengo que descansar”, dice. Entre otras cosas el cáncer le enseñó a Rosa a vivir el presente, sin pensar en el pasado ni preocuparse por el futuro. “La verdad es que vivo al día y vivo feliz. Ahora estoy contenta”, continúa. “He escrito un libro en el que desvelo mis sentimientos y describo los remedios que utilicé para luchar contra la enfermedad. Me gusta pensar que puedo ayudar a otras personas”.

 


Dándose un saludable baño en la playa de la Magdalena (Cabanas)

–¿Qué te ha dado y que te ha quitado el cáncer?

–El cáncer me dio la felicidad. Lo que digo parece un disparate, pero antes del cáncer había muchas cosas que no sabía valorar, consideraba que la salud era algo normal. No tenía tiempo para mí. Paradójicamente el cáncer me regaló tiempo para mí. Cuando enfermé la gente se volcó conmigo y descubrí cuanto me querían los demás. Es muy reconfortante. También aprendí a manifestar lo que siento y a aceptar a los demás tal cual son, esto te da una gran paz. 

–¿Cómo surgió lo de bañarte en la playa incluso en invierno?

–Vi videos de Martí Bosch, un oncólogo que habla de la cura del cáncer a través de los baños de sal. Llenas la bañera de agua caliente con sal y te introduces en el agua para limpiar tu interior. Me sentaba bien pero acabé agotada con esta rutina de llenar la bañera de agua y sal. Mercedes, una amiga mía, me contó que ella se bañaba todos los días en la playa y que le iba fenomenal. Empecé a ir con ella hace unos ocho años y es fantástico, lo disfrutamos a tope. Ahora  somos once mujeres. 

–¿Qué te lleva a escribir el libro?

–Muchas personas me animaron a hacerlo. Siempre escribí un diario. Cuando enfermé, a veces me despertaba por la noche angustiada, me levantaba, me ponía a escribir y la angustia desaparecía. El confinamiento me coincidió con la quimio, no podía mover los brazos, así es que le pedí a mi hijo que me acoplara un micrófono en el ordenador para dictar lo que quería escribir. Y cuando estuve bien lo hice. Luego, lo de publicarlo fue porque pensé que podría ayudar a otra gente. 


“Soy creyente y no tengo miedo a la muerte”

 

–Y, ahora, ¿cómo es tu vida? ¿en qué medida te limita el cáncer?

–Digamos que tengo muy claro que el tiempo se me acaba, entonces lo que hago es aprovecharlo al máximo. Soy creyente y no tengo miedo a la muerte. También me tranquiliza ver que mis hijos ya están situados, ya no dependen de nosotros. Yo vivo la mitad del día, el resto lo paso descansando. Me levanto, me arreglo, hago las cosas de la casa (la compra y la comida las hace mi marido) y me voy a la playa. Doy un paseo con las amigas y nos bañamos y llego a casa a mesa puesta.  Por la tarde, relax. Si salgo un día, tocan dos de descanso. Es lo que tiene esta enfermedad.

–¿Qué le dirías a alguien al que acaban de diagnosticar un cáncer?

–Que acepte la enfermedad y sus límites. Es como la vida, si tú te aceptas eres más feliz que si estás amargada añorando lo que te falta. Estás enferma pero hay muchas cosas que puedes hacer. Sólo tienes que descubrirlas, crearte hábitos sanos y por supuesto, pedir ayuda cuando la necesites. No es fácil, pero se puede conseguir.

–¿Tú lo has conseguido? 

–Ahí estoy. Sería plenamente feliz si pudiera tener a mi madre conmigo y cuidarla. Está en una residencia en Ourense. Un ictus le paralizó el lado derecho del cuerpo y hay que hacérselo todo, aunque de cabeza está muy bien. Siempre fue una luchadora. Lo que hay lo afronta con valentía. De ahí vengo yo.