Cristina Casa en el Teatro de la Zarzuela, durante la entrevista (Foto: L.R.) |
El próximo martes, 10 de diciembre, Cristina Casa, primera bailarina de la Compañía Nacional de Danza, se pondrá en la piel de Clara, en El Cascanueces, un papel que le encanta y que, por su propio carácter, no le cuesta mucho interpretar. "Todavía guardo en mí, parte de niña". Su marido, Ion Agirretxe hará el papel del mágico Drosselmeyer.
Lola Ramírez
Intento seguir a esta bailarina menuda y vivaz por los pasillos del Teatro de la Zarzuela sin llevarme por delante a alguno de sus compañeros que están calentando en posturas casi imposibles para el resto de los mortales. La entrevista transcurre en uno de los salones una hora antes de que comiencen los ensayos. Cristina es todavía más bonita en la distancia corta que en el escenario. Natural, sencilla y cercana, me cuenta lo feliz que le hace su profesión y lo bien que se siente interpretando el papel de Clara (días 10, 13, 19 y 22) que alterna con el de Hada de azúcar (15 y 17).
Una amiga me decía que bailar es hablar con los pies. ¿Tú que opinas?
Es una frase bonita, sí. Tenemos la suerte de que lo nuestro es hablar con los pies y con todo el cuerpo. Y si nos ponemos más intensos, con el alma también.
Estos días vas a interpretar dos papeles, el de Clara y el del Hada de Azúcar. ¿Qué te seduce más, la ingenuidad de la primera o la magia de la segunda?
Seducirme no sé. No podría decantarme por ninguna porque cada una tiene algo muy especial. La ingenuidad, como bien dices, en la primera, es muy bonito de bailar. Siempre estoy sonriendo y por mi propio carácter no me cuesta mucho interpretarlo; todavía guardo en mí una parte de niña. El Hada de Azúcar es todo dulzura y yo la interpreto como creo que debe ser un hada, todo bondad hacia una niña en una Nochebuena. La verdad es que también me gusta mucho.
Técnicamente, ¿es más difícil el hada?
El hada tiene un paso a dos, una variación y una coda. Es técnica pura, pero yo creo que puedes ir más allá de la técnica e interpretarlo también. Clara lo que tiene es que, además de la técnica, te requiere estar todo el tiempo en el escenario, bailar y meter al público en el ballet; es una dificultad añadida porque no solo se trata de ejecutar los pasos a dos con Cascanueces, sino meter al público en eso que quieres contar. Y eso a mí me encanta.
¿Es tu primera Clara o la habías hecho antes?
El año pasado estrenamos en Pamplona y tuvimos varia giras. Estuvimos en el Teatro Real en El Escorial y en varias ciudades. Bailé Clara y también la había bailado en la escuela y en el Royal Ballet de Flandes.
Creo que Clara ocupa los sueños de más de un adolescente. ¿Le tienes envidia a tu personaje?
Para nada le tengo envidia al personaje. Es un personaje muy divertido que te ofrece la posibilidad de sacar un poco de tu particular carácter en ella. Hay Claras más risueñas, otras más soñadoras, otras más tímidas o superdivertidas. Es un papel que da mucho juego.
No sé si Ion, tu marido, y tú os habéis planteado ser papás y tampoco quiero saberlo. Solo me intriga saber cómo se lo montará una bailarina para estar sin curro tanto tiempo.
Hoy en día, en los tiempos que corren, hay una mentalidad mucho más abierta. Cuando he trabajado en Bélgica, muchos amigos y amigas han sido papás y mamás y lo han llevado muy bien. No ha pasado nada. Aquí en España solo nos queda que nos demos cuenta de que esto es posible y normalizarlo.
Pero supongo que solo podrás bailar los tres o cuatro primero meses del embarazo y después tienes que parar de bailar y, supongo que también de cobrar, excepto los meses que contempla la ley.
Claro. Después de los primeros meses tienes que parar de bailar y esto todo el mundo lo entiende. Yo no sé cómo es la situación en ese sentido porque no la he vivido, pero creo que una parte te la tienen que costear y otra te la tienes que costear tú misma porque aquí, en España, es verdad que vamos un poquitín lentos en esa situación. Pero yo creo que estamos avanzando y que iremos a mejor poco a poco.
Supongo que convertirte en primera bailarina de la Compañía Nacional de Danza era un sueño que se ha hecho realidad. ¿Te has tenido que perder muchas juergas para lograr un despertar tan feliz?
Es gracioso, pero no. He tenido mucha suerte. Empecé a bailar porque me encantaba, nadie me empujó, ni siquiera quería ser bailarina principal. Yo lo que le decía a mi madre es quiero bailar. Me acuerdo cuando conseguí mi primer contrato. Mi madre me decía, es que tú podría ser solista. Y yo le decía, mamá me da igual; yo lo que quiero es bailar profesionalmente y que me vean bailar. Recuerdo que cuando iba al colegio y me invitaban al cumpleaños de algún amigo, yo decía que no iba porque tenía ballet y es que para mí lo mejor era el ballet. Yo siempre he tenido mucha energía y en las clases de danza me desfogaba. La música me encanta; así que para mí la mejor fiesta de cumpleaños era ir al ballet.
Qué maravilla tener una profesión que te llene tanto…
Si, yo me encuentro una persona afortunada porque he trabajado y trabajo en lo que me gusta. Nunca ha sido una carrera que diga, "Uy lo tengo que pasar fatal". No. Me he ido fuera y a lo mejor he tenido el inconveniente de no ver a mi familia, pero estaba super a gusto porque estaba bailando y eso es lo que quería.
¿Te consideras una persona feliz o para ti la felicidad no es un objetivo sino una forma de caminar?
Me considero una persona feliz. He hecho y hago lo que me gusta y sobre todo estoy a gusto conmigo misma y eso me hace estar a gusto con los demás. Y... no sé, me encuentro en una etapa muy feliz.
Además de condiciones físicas y una buena técnica, ¿qué hay que tener para triunfar con unas zapatillas de punta?
Buaaa!!!! Mucho tesón y trabajar tanto como si fueras el peor de la clase. Para mí eso es fundamental, ser inteligente, tener claro cuáles son los pasos a seguir y centrarte mucho en tu trabajo. Como si fueras siempre el aprendiz porque así es como consigues superarte a ti misma. Incluso cuando vienen las dificultades. Tesón e inteligencia es lo necesario para triunfar en esta profesión.
Esas batallitas que se cuentan y hemos visto en el cine acerca de la bailarina a la que le meten cristales en las zapatillas, ¿son leyenda o realidad?
Bueno, lo del Cisne Negro, más o menos, ¿no? Verás, yo les he oído contar a amigas mías cosas increíbles que pasan en algunas compañías, pero supongo que lo que pasa en la película de Cisne Negro es un poco exagerado. Sí pasan cosas y cuando te lo cuentan piensas, ¡Dios mío! ¿Cómo puede ser esto real? Pero eso también depende de la compañía, del ambiente que haya entre los compañeros, de todo. Y no creo que sea tan exagerado como lo pintan.
—Dice Joaquin de Luz que los bailarines no podéis ser funcionarios. ¿No es compatible el arte con tener el puchero medianamente asegurado?
Es una situación difícil. Yo ahí estoy un poco de acuerdo con Joaquín porque es verdad que un bailarín no puede ser funcionario. Luego me pongo a pensar y digo, jolin, es que en otras compañías, en otros países, los bailarines cobran el doble o el triple de lo que cobramos aquí, tienen un colchón asegurado para cuando llegue el final de su carrera. Nosotros si no luchamos ni siquiera por un contrato indefinido o por lo menos tener ese beneficio, ¿cómo vamos a vivir el día de mañana? Ya que no tenemos el privilegio de otras compañías, tenemos que luchar por nuestros contratos para tener algo en lo que agarrarnos, porque si un bailarín gana 3000 o 2500 euros por lo menos le da para ahorrar algo y asegurarse un poquito el futuro. Esto se acaba muy pronto. ¿En qué nos apoyamos los bailarines de aquí, de España, de esta compañía? Es una situación muy difícil y ahí se junta un poco el corazón con la razón.
—Alguien dijo que escribir es, sobre todo, mirar al mundo. ¿Interpretar es que el mundo te mire a ti?
Bueno yo creo que se puede interpretar sin la consciencia de que alguien te esté mirando y eso es lo más bonito también, cuando estás interpretando y bailas para contar una historia sin la percepción de que te están mirando mil espectadores. Para mí eso es superbonito.
A la hora de bailar, ¿de quién se siente más cerca Cristina Casa, de Isadora Duncan o de Anna Pavlova?
Es que me gusta todo. Me gusta el clásico porque es lo puro y la punta da una sensación increíble. Y me encanta poner la media punta y poder romper esos movimientos que el clásico no te permite romper porque es muy riguroso; y soltar eso me encanta. Entonces me pones en un aprieto, eh, (se rie) no sé qué decir. No me puedo decidir.
¿Hay alguna locura de la que te hayas arrepentido o realmente las locuras de las que nos arrepentimos son aquellas que no hemos cometido?
No. Si he hecho alguna locura la volvería hacer porque es lo que he sentido y soy así de cabezota para todo. No sé si he hecho alguna locura, la verdad es que no se me ocurre ninguna pero, seguramente si la he hecho la volvería a hacer.
Hoy los políticos se encuentran en la necesidad de alargar la edad de jubilación. ¿Te ves con sesenta años haciendo piruetas, no te preocupa el lejano futuro o ya sabes cómo te lo vas a montar cuando la vida te obligue a colgar las zapatillas?
Bueno, esto es increíble. No puedo pretender ni quiero bailar en puntas hasta los 65 años. Lo tengo muy claro. Y también tengo muchas opciones relacionadas con la danza en las que me gustaría seguir cuando ya no pueda bailar. No soy una persona que se precipite. Me gusta vivir el día a día y disfrutar del momento, pero eso no quita que de vez en cuando se te pase por la cabeza que el momento de bailar se ha terminado porque las puntas, las espaldas, las rodillas, todo es muy exigente, y entonces me veo en esos momentos haciendo algo relacionado con el mundo de la danza.
¿Te tienta coreografiar?
Si me gusta pero, para mí, para hacerlo bien se necesita el tiempo y yo ahora mismo con las exigencias que tengo con la carrera, hacer algo es difícil. Pero sí que me gusta.
¿Hay algún papel que todavía no hayas interpretado y que te apetezca mucho?
Si, me gusta mucho y no lo he podido hacer entero, Giselle. También me gusta mucho Manon. En contemporáneo me gustaría hacer cosas de Gwin Macgregor, ya he trabajado con él y me he quedado con ganas de repetir. Fue en otra época y no estaría mal poder volver a hacer algo de él . Me nutriría y lo cogería con muchas ganas.
¡Suerte!