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jueves, 6 de marzo de 2008

Ana Noya se despide del escenario

De las cuatro magníficas bailarinas que formaban el plantel de primeras figuras del Ballet de la Comunidad; es decir, Tamara Rojo, María Giménez, Ruth Miró y Ana Noya, ésta última es la única que no voló más allá de nuestras fronteras. Ahora Ana ha decidido colgar sus zapatillas de puntas por muchas razones, pero sobre todo por dos muy importantes, la enseñanza y la maternidad.



Ana Noya en una de sus últimas actuaciones con el Víctor Ullate Ballet


Lola Ramírez
 
¿Qué te llevó a poner punto final a tu etapa de bailarina?
Muchas razones; en realidad, veo muy necesario el parar ahora aunque sea un tiempo para ver las cosas un poquito desde fuera.

¿Es un parón temporal o definitivo?
No lo sé, lo más importante es que voy a intentar tener un hijo. Es una responsabilidad muy grande y  no sé si después seré capaz de recuperar la forma y el ritmo de vida que llevaba antes, porque claro hasta que no tienes un hijo no lo sabes. Todo el mundo dice que le cambia la vida y para bien, la responsabilidad conlleva perder un poco de tu propio tiempo para dedicárselo a tu hijo porque para eso lo tienes, entonces digamos que es un paréntesis. Y luego también estaba un poco cansada de lo que es la disciplina de compañía, no en cuanto al trabajo de la danza propiamente dicho sino al trabajo de viajar, hacer maletas, estar a expensas de lo que es tu trabajo,  de donde te lleven, etc.  Necesitaba distanciarme de todo eso y descubrir qué quiero hacer en el futuro.

Te habrás privado de muchas cosas…
Claro, porque cuando no estás de gira, estás trabajando, montando algo, es muy difícil por ejemplo ir a ver otros espectáculos de danza que te apetecería porque te gusta ver a los compañeros, pero muchas veces no puedes ir porque estás fuera o sencillamente porque estás hecha un saco de patatas y lo que te apetece es estar en casa y hacer esas cosas imprescindibles como la compra, la limpieza… Y a veces es un poco deprimente porque no puedes.

¿Tenías una jornada muy exigente?
De 9 de la mañana a 6 de la tarde. A eso, añádele el tiempo de transporte y en una ciudad donde las distancias son tan grandes… Pierdes mucha energía.

De las cuatro grandes del plantel de Víctor, Támara Rojo, Ruth Miró, María Giménez y tú, eres la única que no ha volado. ¿Nunca te tentó?
En un principio la verdad es que había tanto que hacer aquí, teníamos la posibilidad de trabajar con tanta gente y hacíamos tantas cosas que la verdad es que ni me lo planteaba. Mi vocación artística ha sido muy tardía, empecé a los 15 años, por lo tanto yo he llevado la vida normal de cualquier otra joven; he estado muy cerca de mi familia y todo eso me costaba dejarlo a un lado.

¿No llegaste a hacer audiciones?
Sí, más tarde lo intenté e hice alguna audición, tampoco tantas, eh, y no fue por mí misma sino por mi pareja porque yo estaba con un bailarín, y entonces era una forma de irnos los dos. Él era mucho más joven,  tenía muchas cosas que hacer y yo consideraba que tenía mucho por delante y no podía detenerle. Yo sentía que mi obligación como pareja era intentarlo con él. Él digamos que ya había tocado techo y de alguna manera necesitaba salir. No era justo retenerlo.

¿Cómo entraste en el mundo del ballet?
 Empecé en un gimnasio de barrio, pero tuve la suerte de tener una maestra estupenda que había trabajado en lo que antes era Coros y Danzas. Ella había estudiado en el Conservatorio y también con Carmen Ocaña; y entonces, claro, era una escuela modesta pero la verdad es que teníamos una disciplina que para ellos la quisieran ahora los maestros que se quejan tanto de la falta de disciplina en la gente joven.

¿Cómo a los 15 años te decides a hacer ballet?
Por una serie de casualidades. Cuando empecé el BUP no había diurno y tuve que ir a clase por la tarde; entonces, me vi obligada a cambiar de gimnasio y allí conocí a una profesora que había sido bailarina y me recomendó que en vez de gimnasia de mantenimiento, en donde estaba con mujeres mayores, me metiera en la clase de ballet. Además  por aquella época había programas de danza en la tele y empecé a verlos, al mismo tiempo vi algún ballet, vi el Romeo y Julieta de Nureyev y me quedé maravillada, me quedé flipadísima, ya por aquellos entonces había cosillas interesantes.
 

¿Qué papel te ha llenado más?
No sabría decirte. Lo de Giselle fue un gran reto, pero muy duro. José Parés decía: Es como intentar enseñarle Giselle a Martha Graham, ¿no? Realmente era el primer clásico que hacíamos, antes habíamos hecho Silfides, Balanchine, pero Giselle es el emblema del romanticismo. Para nosotros que de alguna manera veníamos del neoclásico, entrar en el corsé del clásico puro, pues claro disfrutábamos por el esfuerzo y porque era una cosa muy importante, pero fue muy duro. Quizás el rol de Candela, en Jaleos, es uno de las interpretaciones que más me llenó.
 

Y ahora, ¿cuál es tu futuro en la compañía de Víctor Ullate?
Sigo vinculada a la compañía como repetidora. Algunas de las producciones actuales Víctor las empezó a trabajar conmigo y ahora me toca enseñárselo a los otros bailarines, transmitir lo que yo estaba haciendo en Coppelia, Samsara o Pastoral…

¿Ibas a bailar Pastoral?
Sí, concretamente todo el adagio lo creó y lo empezó a montar conmigo.

¿Nunca te ha tentado la creación?
Nunca lo he probado en serio. Ahora me lo estoy planteando un poco, pero como herramienta para la enseñanza. Por otro lado, además de trabajar como repetidora, me dedico a trabajar repertorio con los alumnos más avanzados de la escuela.  Me tienta mucho enseñarles lo que es una creación de danza y lo que ellos pueden aportar como bailarines.